Sí, claro. Y ahora, ¿qué más? {Jean Paul Mussioli}

Poco faltaba para que llegase la primavera, se notaba en el clima en general, más que por la temperatura, se notaba ya que llovía menos y hacía mejor tiempo en general. Estaba sentada en la enorme escalinata de la plaza, era la original, de los pocos monumenots que quedaron en pie después de la guerra. No hacía nada, simplemente esperaba a que Jean Paul llegase. Habíamos decidio hablar fuera, en la calle, ya que últimamente tenía una sensación de incomodidad casi en cualquier estancia del Palacio de Letrán, incluso en mi despacho o en la biblioteca que era donde hasta hacía poco hablábamos. Pero el encontronazo con el Obsipo McKenna, por la noche en la biblioteca tampco había ayudado. Estábamos solos y hablábamos en susurros, sin dar ni una luz. Le estaba contando otro de mis sueños e intentábamos sacar algo de luz a las oscuras marcas que se retorcían en mi antebrazo. Claro está, que el había pensado que estábamos haciendo otra cosa.

No soportaba que insinuase al respecto, porque era mentira. No había mejor forma de desacreditarme que diciendo eso, y él lo sabía. Tenía una vaga idea de cuales eran sus intenciones y no me gustaban en absoluto. Podía destituirle pero no tenía ninguna razón coherente como para hacerlo, por lo que tendría que lidiar con él, el máximo tiempo que fuera capaz de soportar. Cogí una flor que se había caído de los parterres, aspiré su aroma. Era fuerte y penetrante, me hizo estornudar.

Al salir aquella misma tarde, cuando me observé momentáneamente en el espejo y al ver mi reflejo no me reconocí en la imagen. Físicamente no había cambiado en un año, y esta es el mismo tipo de ropa que me solía poner para salir, pero en cambio no me sentía reconocida con la imagen que el espejo me mostraba. No era yo. ¿O sí lo era? ¿Tanto había cambiado?

Divisé a Jean acercarse, justo en ese preciso instante las campanas tocaron, eran las de S. Pedro ya que no estábamos muy lejos de lo que podríamos llamar nuestro hogar. Levanté la vista y esbocé una pequeña sonrisa, incorporándome y acercándome a él. Ahora venía igual lo más complejo, fingir, que eramos unos amigos, hermanos, primos o lo que fuera con tal de no llamar la atención incluso la de pareja. Me acerqué a él, casí quedándome cara a cara, dude si abrazarlo o darle un beso en la mejilla con tal de disimular, pero no hice nada esperando a que él reaccionase.

-¡Jean!-exclamé para darle credibilidad a la cosa, aunque no llegáramos al contacto físico, una exclamación convincente podría valer mucho más.-Me encontraste-no sé porque lo dije, simplemente por decir algo, por tratar de fingir que algo normal sucedía entre nosotros. Hasta que no se hubiera roto el hielo inicial como en cada conversación, no hablaríamos con sinceridad y amplitud.

Miré a nuestro alrededor, nadie conocido, sólo gente normal y en teoría nosotros también eramos gente normal. Hablaríamos, ocultaríamos nombres o los cambiaríamos por nombres de cosas vanales para pasar desapercibios. Al fin y al cabo teníamos edad de Universitarios y hablar sobre temas teológicos en un lugar como este no era tan raro.

Al reciibr su beso en mi mejilla, no pude evitar esbozar una ligera sonrisa. Sonreía poco, al menos ultimamente. Todo lo que estaba pasando y la guerra que se cernía sobre nosotros me dejaban pocas ocasiones para hacerlo. Miré a mi alrededor nadie nos miraba con excesiva fijación. Todo iba bien, al menos teóricamente. Comenzamos a andar entre la gente, hace tiempo que no paseaba sin mayor preocupación. Lo había hechado de menos, andar sin ningún propósito, simplemente por hacerlo. Aunque, este, no fuera el caso.

La confianza que me inspiraba Jean Paul hacía que e parte si lo fuera. De niños, nos habíamos conocido pero fue uno entre tantos amigos que se suele tener durante la infancia. Realmente, cuando lo conocí, fue cuando volvió tras el asesinato de su tío, él había sido otro de los cardenales muertos en aquella noche que no me gustaba recordar. Me traría memorias que prefería mantener apartadas, aparte de que ponía a prueba mi ya de por sí débil estado anímico. Siempre fui una persona sensible y tendía a estrechar lazos muy fuertes con los de mi alrededor y la perdida de estos me afectaba enormemente.

Ahora, no podía dejarme afectar por ellos. Debía ser fuerte y luchar lo máximo que me fuera dificil. Las cosas no iban a ser fáciles, lo sabía, todos lo sabíamos y más de uno compartía conmigo la perspectiva que no llevábamos las de ganar. Por esa misma razón, debíamos poner más empeño y esforzarno lo que fuera necesario para conseguirlo. No estaba dispuesta a volver a perder lo que casi me arrebataron una vez.

-Lo mismo de siempre, no cambian. Todos son iguales, o casi iguales. Pero la cosa es, que apenas lo recuerdo. Lo que más tengo presente es que me despierto por las noches pegándome un buen susto cada vez que lo hago. Algo va mal, no sé que es. Pero lo sé-meneé la cabeza hacia ambos lados agravando la expresión de preocupación de mi rostro.

Disfrutaba de su compañía realmente lo hacía, aunque jamás me había planteado mi relación con él como algo más que simplemente amigos. Para mí, eso era él, un amigo, un muy buen amigo. No diría que si no tuvieron ciertos votos que cumplir seríamos algo más, pero la situación no era así. Teníamos nuestros votos y al menos yo no los rompería por nada del mundo. Me inculcaron un valor, un valor que lo seguía teniendo presente hoy en día. Podía romper promesas, pero no una promesa hecha a Dios. Eso era lo que NO había que romper por nada del mundo. Las primesas hechas a Dios eran lo más sagrado y valioso. Podría romperla pero mi conciencia me remordería demasiado, esa era la grna pega de ostentar el cargo que ostentaba. ¿Quién me confesaría si pecaba?

Miré a Jean Paul inquisidoramente y ciertamente algo divertida. ¿Hiponistmo? Realmente no creía en esas cosas, solía ser bastante escéptica para lo sobrenatural cosa que era paradójico ya que yo misma creía y "dirigía" una fe basada en algo sobrenaturla, pero la había una diferencia. Mis visiones, mis experiencias personales me hacían creer. Pero quien sabe....
-Realmente, Jean Paul, no me sentiría cómoda dejándome llevar por métodos de ese tipo. No es que me den exactamente miedo... bueno sí, tengo cierto tipo de recelo. Mi subconsciente guarda muchas cosas que preferiría que no salieran a la luz, Jean, no es nada malo, pero son cosas muy íntimas que prefiero guardar para mí, recuerdos que prefiero no tocar. ¿Entiendes?